Me he encontrado con un artículo muy entretenido en el blog de Enrique Dans sobre la frontera entre vida real y virtual. Pero ¿de verdad existe tal límite? ¿Tan diferente es la vida real de la virtual? ¿Tanto mentís en la red?
La red da lugar a cierta esquizofrenia, es cierto. Muchos se inventan un “alter ego” en la web, un personaje que es todo lo que no son y todo lo que les gustaría ser. Es un problema, porque terminan por no tener muy claro quiénes son realmente. Yo creo que una relación sana con la red implica mantener la misma personalidad.
Soy real. Aunque el único contacto que tengo con mucha gente sea un nick en la cabecera de mis artículos o comentarios o posts en foros, tengo carne, y piel y huesos. Pero también soy un conjunto de pixels, unos bits que forman palabras. ¿Son más reales mis ideas por estar expresadas en forma de ondas de sonido en una conversación cara a cara que si las transformo en unos y ceros? ¿Mi yo digital es menos real que mi yo analógica? No. Definitivamente no. Soy tan responsable de las tonterías que digo en persona que de las que digo en la red. Con una diferencia, mis idioteces de la red llegan a más gente. Cuando hablo suele ser para un grupo muy reducido de personas, preferentemente con una cerveza muy fría en la mano.
No considero esas dos formas de comunicarme como dos facetas de mi vida distintas. En analógico hablo sobre mi blog, y en mi blog sobre mis relaciones analógicas. ¿Vosotros diferenciáis a estas alturas entre las conversaciones telefónicas y las conversaciones cara a cara? ¿De verdad dices “hablé con Fulano el otro día por teléfono” o sólo “hablé con Fulano el otro día”? ¿Por qué voy a tener que puntualizar el medio utilizado? ¿Soy una persona distinta porque esté al teléfono? ¿Voy a decir cosas en las que no creo? ¿Voy a insultar al que esté en el otro lado de la línea (si no se lo merece)? No, no y no. Soy la misma persona, independientemente de cómo me comunique.
Lo que no quiero hacer es perder la noción de equilibrio. Relacionarse sólo a través de la red no sólo está mal considerado, sino que también hace falta contacto humano. Tocar y ser tocado, besar y ser besado, acariciar y ser acariciado. Y es una parte importante de las relaciones humanas que no se puede suplir con la red, o al menos no hasta que no mejore mucho la tecnología de realidad virtual, aunque eso es otra historia. Pero a estas alturas de la sociedad de información, no entrar en la web significa pasar al lado de muchas oportunidades de intercambiar ideas y conceptos con un público mucho más amplio que al que podemos aspirar la mayoría de los mortales.
Lo que pasa es que Internet es demasiado nuevo. Hay mucho friki suelto, las noticias relativas a la red en los medios de comunicación son siempre malas (pedofilia, pirateo, hackers, phishing, terrorismo), y como moverse con soltura por la red requiere ciertos conocimientos, asusta a buena parte de la población. Usamos un lenguaje propio, parece otro idioma. El otro día intenté explicar a mi madre, muy analógica ella, cómo funciona el webmail, y vi lo complicado que es bajar el nivel de lenguaje para que te entienda todo el mundo.
Paso gran parte de mi vida pensando (cuando no como, duermo, o me dedico a otras actividades básicas), comunicando, intercambiando ideas y opiniones. Eso es mi vida. Y no es menos real porque se haga en persona o a través de una pantalla.
La red da lugar a cierta esquizofrenia, es cierto. Muchos se inventan un “alter ego” en la web, un personaje que es todo lo que no son y todo lo que les gustaría ser. Es un problema, porque terminan por no tener muy claro quiénes son realmente. Yo creo que una relación sana con la red implica mantener la misma personalidad.
Soy real. Aunque el único contacto que tengo con mucha gente sea un nick en la cabecera de mis artículos o comentarios o posts en foros, tengo carne, y piel y huesos. Pero también soy un conjunto de pixels, unos bits que forman palabras. ¿Son más reales mis ideas por estar expresadas en forma de ondas de sonido en una conversación cara a cara que si las transformo en unos y ceros? ¿Mi yo digital es menos real que mi yo analógica? No. Definitivamente no. Soy tan responsable de las tonterías que digo en persona que de las que digo en la red. Con una diferencia, mis idioteces de la red llegan a más gente. Cuando hablo suele ser para un grupo muy reducido de personas, preferentemente con una cerveza muy fría en la mano.
No considero esas dos formas de comunicarme como dos facetas de mi vida distintas. En analógico hablo sobre mi blog, y en mi blog sobre mis relaciones analógicas. ¿Vosotros diferenciáis a estas alturas entre las conversaciones telefónicas y las conversaciones cara a cara? ¿De verdad dices “hablé con Fulano el otro día por teléfono” o sólo “hablé con Fulano el otro día”? ¿Por qué voy a tener que puntualizar el medio utilizado? ¿Soy una persona distinta porque esté al teléfono? ¿Voy a decir cosas en las que no creo? ¿Voy a insultar al que esté en el otro lado de la línea (si no se lo merece)? No, no y no. Soy la misma persona, independientemente de cómo me comunique.
Lo que no quiero hacer es perder la noción de equilibrio. Relacionarse sólo a través de la red no sólo está mal considerado, sino que también hace falta contacto humano. Tocar y ser tocado, besar y ser besado, acariciar y ser acariciado. Y es una parte importante de las relaciones humanas que no se puede suplir con la red, o al menos no hasta que no mejore mucho la tecnología de realidad virtual, aunque eso es otra historia. Pero a estas alturas de la sociedad de información, no entrar en la web significa pasar al lado de muchas oportunidades de intercambiar ideas y conceptos con un público mucho más amplio que al que podemos aspirar la mayoría de los mortales.
Lo que pasa es que Internet es demasiado nuevo. Hay mucho friki suelto, las noticias relativas a la red en los medios de comunicación son siempre malas (pedofilia, pirateo, hackers, phishing, terrorismo), y como moverse con soltura por la red requiere ciertos conocimientos, asusta a buena parte de la población. Usamos un lenguaje propio, parece otro idioma. El otro día intenté explicar a mi madre, muy analógica ella, cómo funciona el webmail, y vi lo complicado que es bajar el nivel de lenguaje para que te entienda todo el mundo.
Paso gran parte de mi vida pensando (cuando no como, duermo, o me dedico a otras actividades básicas), comunicando, intercambiando ideas y opiniones. Eso es mi vida. Y no es menos real porque se haga en persona o a través de una pantalla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario