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martes, 25 de septiembre de 2007

Pobrino

Tengo una amiga que usa mucho este adjetivo: “Pobrino”. Y claro, a base de escucharlo, se me ha terminado pegando y ahora soy usuaria asidua del palabro. Y fue lo primero que pensé cuando vi el artículo de tu nombramiento al puesto de Director de Arbitraje de la RFEK. Pobrino.

Y es que menudo marrón te ha caído encima.

Lo peor es que no podías negarte, por razones obvias. El que piense lo contrario se engaña.

Afortunadamente, tienes calidad técnica, habilidades, aptitudes y experiencia más que suficientes para ocupar el puesto, y estoy convencida de que desempeñarás tus funciones como el gran profesional que eres.

El problema es que la designación te llega en un momento de aguas revueltas en la Federación. Y visto cómo está el tema, dividido entre los “pro” y los “contra”, los de un lado y los de otro, siempre habrá quien ponga el grito en el cielo hablando de injusticia y favoritismos. En los ríos revueltos esperan los depredadores a sus presas, con las garras afiladas, al acecho del más mínimo error.

Mi querido Velasco, te van a mirar con lupa, van a diseccionar cada palabra que digas, cada gesto que hagas, y cada mirada que lances, como si fueras la extensión de una voluntad ajena. Tengan o no tus gestos más de un sentido, se interpretarán, se comentarán, y se criticarán con más o menos acierto.

Gustar a todo el mundo es imposible. Dar a cada uno su parte de contento, también. Ahora te va a tocar hacer gala de una diplomacia exquisita, y convertirte en el político que nunca has sido. Siempre habrá quien te malinterprete. Huye del halago fácil, del intercambio de favores y de las amistades condicionadas. No dejes que las críticas te afecten, pues tus errores serán tuyos pero tus aciertos del que te designó. Hazlo lo mejor que puedas y capea el temporal, que sólo son unos meses.

Sé que no abusarás del poder que te han dado, y no porque tengas miedo de que te paguen el viaje de ida simple a Siberia en un futuro, sino porque no va contigo. Aun así, se prudente, que nunca se sabe dónde acechan los buitres…