martes, 25 de junio de 2013

Días 19, 20, 21 y 22



Día 19:

Sábado 22 de junio.

Hoy se celebra el solsticio de verano y daría cualquier cosa por estar con los amigos saltando hogueras, quemando lo viejo y pidiendo deseos, pero no. 

Afortunadamente no todo está perdido. Un amigo de la facultad que vive lejos (como muchísimos investigadores en estos tiempos que corren) está en Madrid estos días y hemos quedado para tomar algo.

Por la tarde me ducho, me visto de persona y me viene a buscar. Nos vamos a tomar unas cañas que dan paso a una cena y unas copas. Todo en mi barrio, claro, que no estoy para grandes carreras, pero la noche se pasa demasiado rápido y me da mucha pena que se acabe.

Siempre es muy agradable reencontrarse con los amigos y hablar como si nos hubiéramos visto ayer.

Me voy a la cama contenta y feliz.

Día 20:

Domingo.

Nada nuevo bajo el sol. Un domingo relajado en casa. Algo de tele, algo de PC, algo de ganchillo...

Al ducharme se me caen los puntos. ¡Por fin! Mañana empiezo con el aceite esencial de rosa mosqueta para que se vayan borrando las cicatrices y para dar algo de elasticidad a la piel. Si no en rehabilitación voy a ver estrellas por la articulación y por las cicatrices y lo segundo mejor me lo ahorro.

Día 21:

Lunes 24.

Mañana empiezo la rehabilitación como tal. Tengo ganas ya, aunque sea sólo por tener una excusa para salir de casa todos los días. Estoy como loca por hacer cosas y no sólo estar encerrada. 

Por fin se acabó la heparina. Hoy me pincho por última vez ya que puedo apoyar el pie y moverme más que antes. La rodilla parece que se va deshinchando despacio. 

El aceite de rosa mosqueta hace maravillas. Un buen masajito sobre las cicatrices y se vuelven más blandas y flexibles.

Hoy el día pasa lento, muy lento, se hace eterno. 

Día 22:

Martes.
Hoy es el día. Hoy empiezo la reha. 

Por la mañana estoy sentada y suena el teléfono. Tardo en ponerme de pie, enganchar las muletas e ir a buscar el terminal. Por el camino tropiezo y tengo que apoyar la pierna operada para no caerme. El dolor me atraviesa de parte a parte. Seguirá doliendo el resto del día, por mucho hielo que le ponga. 

Me han dado hora temprano para empezar la rehabilitación. Allí me planto, con mis pantalones cortos, mis muletas y mi rodilla chunga.

Me va a llevar el mismo fisioterapeuta que la otra vez, me alegro. Puestos a llorar, sufrir, gritar, berrear y cagarse en todo, por lo menos que sea con alguien de confianza.

Me mira, me dobla, me mueve, me duele y me dice que todo va estupendamente bien, que está fenomenal y que se dobla y se estira bien. 

Me manda la primera serie de ejercicios para esta semana. Un rollete. Flexión pasiva, estiramientos activos y algo de electroestimulación. 



Un rollo, vaya, pero con un buen libro se pasa pronto.

Al volver a casa hielo, PC, cena y más hielo y más PC.

Mañana más y mejor. Peor ya no puede ser...


sábado, 22 de junio de 2013

Días 16, 17 y 18

Nada nuevo bajo el sol.

Día 16:

Miércoles.

Primer día sin apósitos. Se nota sobre todo en la ducha, al frotar las cicatrices con agua y jabón. 

El día pasa, tranquilo. No hay mucho que añadir.

Día 17:

Me paso el día esperando a que venga una amiga a tomar café. Nos tiramos la tarde cotilleando en el sofá, con una coca-cola y comiendo nubes. 

Se pasan las horas. Se acaba el día.

Antes de dormir, hago la parte de mis ejercicios de rehabilitación más dolorosa. Hoy coincide con varias conversaciones de chat con amigos. Se me hace más llevadero. 

Al meterme en la cama, me pongo boca arriba con el culo lo más cerca posible de la pared. Voy deslizando el pie hacia abajo para aumentar los grados de flexión de la rodilla. Hay que sujetar la pierna enferma con la sana para no forzar demasiado. La meta es llegar a tocar el colchón con el talón y cada día está más cerca. Se llama ejercicio de flexión pasiva de la rodilla. Hoy llego más lejos que cualquier otro día, me duermo satisfecha y dolorida.

Día 18:

Viernes.

Ayer me pasé un poco con la flexión porque hoy me duele a rabiar. Estoy de mal humor toda la mañana. El dolor constante agota física y mentalmente. No poder hacer prácticamente nada también. 

Me llaman para empezar la rehabilitación el martes que viene. Por fin. 

Lo bueno es que me va a seguir Pedro, el mismo fisioterapeuta que la otra vez. Puestos a llorar y berrear, que sea con alguien conocido. Lo malo es el horario, que tengo que estar allí a las tres y media. Me apañaré.

El fin de semana se presenta mohíno y aburrido hasta que veo en Facebook que un amigo que vive lejos está pasando aquí unos días. Le escribo a ver si hay suerte y podemos vernos, que le echo mucho de menos. Contestará mañana, espero.

Me voy a la cama temprano, tengo sueño y en la cama no me duele. Hoy me salto los ejercicios, mejor dejarla descansar un día que estar mañana hecha polvo.

jueves, 20 de junio de 2013

Y sin embargo se dobla

Romperse una rodilla es una putada, en eso creo que estamos todos de acuerdo. Pero visto con otro prisma, también es una oportunidad de aprender todo lo que se pueda sobre una articulación extremadamente compleja.

Después de leer mucho, llega un momento en que te conviertes en alguien que sabe un montón de ligamentos, reconstrucciones, suturas y rehabilitación. Y descubres que eso no ayuda en nada a sentirte mejor.

El día a día es aburrido, pesado, complicado y doloroso y la luz al final del túnel está tan lejos que ni se ve.

La recuperación es lenta, muy lenta, y más para alguien impaciente por volver a controlar su vida y volver a hacer deporte y a salir a la calle y a ver a los amigos y a no depender de nadie para comidas, duchas, cenas y demás.

Esa sensación de desesperanza es muy fuerte y llega a hundir a cualquiera en la miseria. Es como un pozo que se lo traga todo y por fuerte que sea una persona, hay días en que se ve todo negro.

Como no es la primera vez que me encuentro así, he decidido armarme de herramientas para ver la luz al final del túnel, lo malo es que aquí no valen las linternas, así que hay que echarle imaginación. 

Recuperar la movilidad de la rodilla es prioritario a la hora de rehabilitar una operación de cruzado. Luego ya vendrán la recuperación de la fuerza de los músculos de la pierna y el entrenamiento propioceptivo (aunque se deben hacer ejercicios isométricos de cuádriceps desde el día 0). El problema es que es como ver crecer una planta, la cosa va tan despacio que no se aprecian progresos en el día a día. 

Afortunadamente, contamos con herramientas suficientes para ver ese progreso.

Con una cámara de fotos (vale la del móvil) y un programa que permita superponer imágenes (vale Power Point), es fácil ver los progresos de semana en semana.



Y a nada que se tengan un mínimo de conocimientos de anatomía (para poder trazar más o menos el fémur y la tibia) y un portaángulos, se pueden medir esos progresos. 

Pero incluso sin portaángulos se puede ver que la cosa ha mejorado bastante.

Seguiré de semana en semana viendo cómo va mejorando el arco de movilidad. Es mi rayito de luz en el túnel, lo que me mantiene el ánimo alto y las ganas de seguir adelante. Que sé que la rodilla va mejorando día a día y puedo verlo.

Es lo que tenemos los científicos, que necesitamos pruebas, no nos vale sólo con la fe.

Mañana más y mejor, seguro.






miércoles, 19 de junio de 2013

Días 13, 14 y 15

Día 13:

Domingo.

Llevo tantos días encerrada en casa que cuando mis padres proponen ir a tomar algo por ahí me apunto sin dudarlo. Sé que lo pagaré mañana, pero me da igual.

Salimos por el barrio a tomar unas cervecitas y unos pinchos. Hemos comprado el periódico y nos sentamos en una terraza a leer la prensa y disfrutar del buen tiempo. Se está fenomenal.

Tarde de tele y películas. Todo tranquilo.

Día 14:

Lunes.

No puedo moverme de lo mucho que me duele. Me paso el día en el sofá sin atreverme a nada. El dolor lo ocupa todo.

No sé si es por la salida de ayer, por el cambio de tiempo o por qué, el caso es que estoy fatal. Ni el hielo ni los analgésicos hacen nada por remediarlo. Se me ha hinchado la rodilla y tiene peor pinta que estos últimos días. 

Me voy a la cama a las ocho. No aguanto más en el sofá. Mañana más y espero que mejor.

Día 15:

Martes.

Hoy tengo que ir a que me quiten los puntos y a la primera revisión del traumatólogo. Por suerte no me duele tanto como ayer. Me ducho, me visto y allá que vamos. Me quitan los puntos y casi ni me entero. Cuando veo las heridas tienen buena pinta. No están inflamadas y parecen secas. Me dice el enfermero que en una semana podré ir a la piscina y de desde ahora mismo me quite los apósitos para ducharme, que las puedo lavar con agua y jabón.

La verdad es que sólo de pensar en frotarlas se me revuelven un poco las tripas, pero haré lo que pueda.

El traumatólogo me pregunta que qué tal voy. Le digo que bien pero que ayer dolía mucho. Me la estira, me la dobla, me dice que todo sigue su curso normal y que puedo andar con muletas y una rodillera articulada postquirúrgica. Suerte que la guardé la última vez.


Me coloco la rodillera y salgo de allí andando.

El resto del día trascurre sin más. Visto como va el calendario, me voy a pasar las vacaciones en rehabilitación, lo que quiere decir que me he quedado sin vacaciones este año. Me esperan un otoño y un invierno muy muy muy largos.

Echo de menos a mi perro.

Estoy triste.

sábado, 15 de junio de 2013

Días 10, 11 y 12



Día 10: 

Hoy es jueves 13 de junio. Hace calor. Tengo hora con el médico de la Seguridad Social. Quiero que me recete la heparina, que cuesta una pasta.

Me levanto temprano, el ritual matutino de medicinas, ducha con muletas etc. lleva su tiempo y no quiero llegar tarde.

La cita con el médico me la dio una centralita telefónica así que no sé con qué médico he quedado. Cuando llego al consultorio pregunto en la entrada y me mandan a la consulta de siempre pero en vez de ser mi doctora de la última vez es el Dr. Ruiz.

Espero sentada en esos bancos que a primera vista parecen cómodos pero que al cabo de cinco minutos te están rompiendo la espalda.

El médico va con retraso, pero no mucho. Me quedo mirando las noticias en el móvil hasta que llega una señora a la salita de espera. La señora empieza a decir a voz en grito que todos tenemos que morir, que la Parca es el destino común, que los bebés tienen que aprender a sufrir desde pequeñitos y que para sus 54 años está hecha una mierda. 

Dan ganas de contestarla que si tantas ganas tiene de morirse, por qué va al médico, pero hay formas más sutiles de hacer las cosas. Cierro los ojos y sonrío, a cada parida que suelta voy sonriendo más y más y al final se me escapa una carcajada. La señora se calla.

Me llama el médico. Un señor muy mayor (o eso parece) y le saludo. Le pregunto por la otra doctora y me dice que ha cambiado de destino. 

El hombre es un encanto de persona, de esos a los que podrías contarles tu vida entera. Me da la sensación de que a este médico le gusta la gente, que disfruta con su trabajo. Terminamos riéndonos los dos de todo y de nada. Me cae bien. 

Me da mis recetas y me vuelvo a casa. El resto del día trascurre sin problemas, me paso la tarde jugando el el PC. Me aburro. Mañana más.

Día 11:

Viernes.

Los días de la semana no son importantes, pero me gusta saber qué día es. Hoy es el cumpleaños de mi padre y le hemos preparado una sorpresa. He reservado mesa en su restaurante favorito para comer.

Me lleva al trabajo por la mañana, para hacer unos papelotes y porque luego nos iremos a comer juntos aunque él todavía no lo sabe. 

La comida va fenomenal. Con la excusa del cumpleaños, nos zampamos un corderito asado que sabe a gloria. Con ensalada, pan y regado con un Ribera del Duero que está de muerte.

Conducir muletas con una cerveza, vino y un par de chupitos de hierbas en el cuerpo tiene su punto, pero consigo meterme en el coche y llegar a casa sin problemas. 

Bien entrada la tarde se pasa por casa un amigo y me lleva a tomar algo a una terraza del barrio. Se está de lujo en la calle. La temperatura es ideal y la conversación entretenida.

Al volver a casa me pongo a hacer mis ejercicios, estirar, doblar, isométricos. Doblarla duele, pero es soportable, y creo que ya he alcanzado los grados que se supone que tengo que doblar en la segunda semana. Se estira bien y casi sin dolor, lo que ahora me cuesta mucho más que antes es levantarla y mantenerla arriba. Tiembla como una hoja. Es increíble lo rápido que se pierde la masa muscular...

Peli, dormir, mañana más y mejor.

Día 12:

Sábado.

Los apósitos de la rodilla se caen de puro viejos. A decir verdad están asquerosos y despegados. Como mi padre tiene que ir a la farmacia a por heparina, le pido que me traiga Betadine y apósitos estériles para curarme las heridas.

Levanto todos los apósitos que están con mucho cuidado de no tirar de ningún punto y esto es lo que me encuentro.







Lavo las heridas con Betadine y vuelvo a colocar todo en su sitio. Ha quedado bien.

Aunque las heridas parecen feas, no lo son tanto y creo que están cicatrizando muy bien. Seguramente podría dejarlas al aire, pero no me atrevo, la sola idea de engancharme un punto me pone los pelos como escarpias.

La dejo como estaba y me voy al PC a darle a las teclas un rato antes de comer. 

Me da que me voy a pasar la tarde jugando el el ordenador. 

Seguiremos informando.

miércoles, 12 de junio de 2013

Días 7, 8 y 9





Día 7:

Hoy es lunes. Hace una semana que me operaron y no me encuentro demasiado mal. Duele, molesta, tira, pero todo va bien.

La heparina me está dejando el michelín a topitos morados. Esta vez me están saliendo muchos hematomas y eso que hago todo como se supone que lo tengo que hacer. Empiezo a quedarme sin sitios para pincharme.

Los antiinflamatorios me han puesto las tripas un poco del revés, así que también arrastro un ardor de estómago importante.

El día pasa sin más. Entre el hielo y los ejercicios de rehabilitación que me recomendaron. 

Un día aburrido y muy, muy largo.

Día 8:

Martes. Hoy me duele más que ayer. Cada vez que pongo la pata en vertical veo estrellas, así que decido no moverme del sofá. Me empieza a doler bastante la espalda por la postura, pero prefiero eso a la sensación de que se me está deshaciendo la pierna. 

Vemos una peli mala, mala, mala en DVD. "FIN". Una película española en la que los actores o gritan, o lloran, que parece ser todo lo que saben hacer. No es ni siquiera entretenida. 

Por la noche nos vemos "Los Sustitutos" que está bastante mejor. Me encanta Bruce Willis.

Hielo, ejercicios, dolor y un día bastante tristón. He empezado una alfombra de ganchillo con trapillo. A ver qué tal se me da.

Mañana he quedado con una amiga a tomar café. Ya tengo ganas de que sea miércoles.

Día 9:

Miércoles. Los días no pasan y se hacen eternos. Cada vez me levanto más tarde porque donde sí que no me duele nada es en la cama. Desayuno, heparina, hielo... Hoy estoy mejor. No duele tanto y me pongo un rato a las teclas. 

Ganas de que llegue la tarde, la noche, la semana que viene, la rehabilitación... 

Ya sé que todo tiene su proceso y que soy muy impaciente, pero esto de tardar seis veces más en hacer las cosas me tiene desesperada.

Supongo que mañana más y mejor...



lunes, 10 de junio de 2013

Días 5 y 6






Día 5:

Es sábado.

Empiezo el día con mi ritual de desayuno, heparina, ducha.


La ducha merece todo un capítulo para ella sola. Es complicado acostumbrarse a ducharse cuando no puedes apoyar un pie en el suelo. Tengo suerte porque hay un pie de ducha tamaño bañera y puedo meter dos taburetes dentro, uno para sentarme y otro para apoyar la pata pocha.

Empieza todo con el film de cocina transparente. Cojo el rollo, le doy un par de vueltas a los apósitos e intento cortarlo con la sierra esa que viene de serie con la caja. Si tapar la comida ya es difícil, hacer esto en equilibrio precario es casi imposible. Mejor o peor consigo cortar el plástico y enrollarlo como puedo. Parece que se queda pegado. Si aguanta hasta el final, es un buen invento.

Me voy al baño. Quitarse la ropa tiene su punto, meterse en la bañera también. Me siento en un taburete y apoyo la pata chunga en el otro. Hasta ahí todo bien. Al abrir el grifo, se me olvida esa palanquita que hace que el agua salga por la ducha de mano y me cae una lluvia helada desde arriba en toda la espalda. Lo arreglo y disfruto del agua calentita un rato sabiendo que lo más complicado está por venir.

Levantarse y salir de una ducha húmeda y jabonosa con muletas tiene más de profesión circense que de cualquier otra cosa. Todo escurre, todo resbala y hay que tener un cuidado exquisito para no dar un traspiés.

Me seco, me visto y salgo.

EL día de ayer, tan movidito me ha dejado un dolor brutal e insoportable que intento calmar a base de comprimidos y hielo.

El resto del día pasa sin mucho ajetreo, entre la semifinal del Roland Garros de tenis, un par de pelícuals y mi labor de punto. Sigo con mis ejercicios isométricos, mis estiramientos y doblando hasta que se deja.

Por la tarde vienen unos amigos de la familia a verme, después una de mis amigas me saca a cenar por ahí. Decido saltarme la dieta y me zampo una hamburguesota de ternera de Kobe que me sabe a gloria.

Poco después, cama y a dormir.

Día 6:

Domingo.


Salir ayer fue estupendo pero hoy me duele horrores. Decido portarme bien el resto de la semana porque no sé hasta qué punto merece la pena moverse si luego es para estar hecha polvo toda la mañana.

Me duele tanto que no soy capaz de hablar hasta bien entrado el día.

Hielo, heparina, antiinflamatorios, autocompasión y mucho dolor.

Me pongo a hacer punto en el sofá mientras mi padre hace zapping compulsivamente. Al final nos ponemos una película grabada en screener. Se ve fatal, pero distrae.

Nada digno de mención para un domingo tranquilo. A ver si la semana empieza con buen pie, o con buena pierna...




viernes, 7 de junio de 2013

Días 3 y 4


Día 3:

Empiezo la mañana con mi dosis de heparina. Ya sé que es necesaria, que evitará que se me formen coágulos, que es bueno para mí... pero desayunar con una jeringuilla entre el té y el bol de cereales es extremadamente desagradable.


La única esperanza es que a base de pincharme el michelín, se desinfle un poco, pero creo que esto no va así. Digan lo que digan, escuece, duele e impresiona meterse una aguja en el cuerpo por fina que sea.

De la cocina a la ducha. Ducharse con una pata tiesa y la estabilidad de un castillo de cartas en plena tormenta tropical es entretenido. Suerte del pie de ducha, de los taburetes de plástico y de la alcachofa con tubo largo. Y suerte también que soy bastante flexible y llego a todas partes sin moverme mucho. 

Y de la ducha al sofá. He empezado una labor nueva, un poncho de muestra para la tienda. Aprovecho para hacer mis isométricos. Tres puntos con la pata arriba, tres puntos con la pata abajo. Duele, pero se puede aguantar. 

Me paso así la mañana, que si arriba, que si abajo, que si echo hebra, que si del derecho, que si del revés...

¡A comer! Mi madre ha decidido que todos tenemos que ponernos a dieta y la verdad es que hay hambre. Mataría por un pizza, una hamburguesa o un enorme plato de pasta, pero me tendré que conformar con una ensalada. Empiezo a tener mono de hidratos de carbono y eso no es bueno porque me convierte en Mr. Hyde a la mínima.

Por la tarde llega mi salvación en forma de amiga con un litro de maravillosa horchata. ¡¡AZÚCAR!! Un rato de conversación muy agradable y la tarde se pasa volando.

Por la noche, después de cenar (ensalada) intentamos ver una serie en DVD, pero el lector no funciona y nos quedamos con las ganas.

La rodilla no duele mucho, sigo con el paracetamol cada ocho horas y me voy a la cama que mañana va a ser un día muy largo.

Día 4:

Hoy tengo la primera cura después de la operación. Por fin voy a ver cómo va la cosa. Ya la he visto antes, pero ahora deberían de estar menos hinchadas las cicatrices y tener mejor pinta. 

Heparina, desayuno, ducha, muletas, coche, clínica. 

El enfermero que me recibe es un cielo. Me corta la venda, me pregunta que qué tal y le digo que casi no duele. Se sorprende de cómo se estira la pierna. Me felicita por el tono muscular que tengo y por la extensión y flexión. Miro las heridas y parecen limpias. Están cicatrizando tan bien que decide dejarme sólo con unos pequeños apósitos. Mejor eso que una venda de la ingle al tobillo. La pierna está hinchada y tiene la sensibilidad de un corcho al tacto. La inflamación desaparecerá con hielo y tiempo y la sensibilidad... como decía mi fisioterapeuta, durante un tiempo me podré depilar sin que duela.

Me recomienda que use film transparente de cocina para protegerla cuando me duche. Es una buena idea. Mañana probaré a ver qué tal me apaño. La amiga de la horchata dice que esto es una "pata negra" así que con el plastiquillo va a tener toda la pinta de embutido.



De la clínica a tomar un aperitivo con mi padre. No lo hemos hablado, pero creo que los dos necesitamos una tostada. Nuestro reino por una tostada. Me da que no soy la única con necesidad de calorías, el platito de patatas fritas desaparece visto y no visto.

En la terracita se está bien y da pena dejarla para ir a buscar a mi madre al trabajo. Llegamos y paso a saludar. Todas me reciben bien y se alegran de que no me duela tanto. Nos vamos a casa y a comer. 

La tarde la paso con mi padre viendo a Nadal ganar a Djokovic. Partido de infarto. Pego tal bote cuando por fin gana Nadal que se me resiente todo. Hielo, por favor, mucho hielo.

Y poca cosa más. Charla por Skype con un amigo que vive lejos, cena y crónica.

Mañana más y mejor, sobre todo porque he quedado para cenar por ahí. Necesito salir un poco, aunque sea despacito.


miércoles, 5 de junio de 2013

Días 0, 1 y 2





Hoy es miércoles.

El lunes me hicieron una reconstrucción del cruzado anterior de la rodilla izquierda y una resección de menisco. Vamos por partes.

Día 0:

A las ocho y media el ingreso en la Clínica Cemtro de Madrid. Ningún problema con nada, me asignan la habitación 213 (buen número) y me dicen que me quite la ropa, me ponga el camisón y me quede en la cama esperando a que me lleven a quirófano. Llevo sin comer ni beber nada desde la noche anterior y casi que mejor, porque con el estómago en un puño y unas náuseas tremendas me habría puesto todavía peor.

Me meto en la cama e intento relajarme. Como no quiero que nadie me hable, cierro los ojos. Termino por quedarme dormida. Tanto estrés y tantas noches sin dormir agotan y me paso la mañana durmiendo. Suena el teléfono de la habitación. La operación se va a retrasar porque no tienen todavía mis tornillos.

A eso de las tres, me vienen a buscar y me llevan a quirófano. Mientras veo cómo desfilan las luces del techo voy pensando en todo lo que me espera e intentando respirar hondo para dejar de temblar. Me pasan a la mesa de operaciones y me llevan a quirófano. Hace frío.

El anestesista me pregunta que si hay algo que deba saber. Le confieso que mi mayor (y única) fobia son las agujas y que no me quiero enterar de la epidural. Que me drogue con lo que quiera. Hacemos un par de bromas, me ponen un goteo y me quedo grogui. Siento cómo me giran y me pinchan en la espalda, pero estoy tan a gusto que me da igual. Algún día me tienen que contar qué es eso que ponen en el suero...

Me tapan, me ponen una manta calentita y una pantalla de tela azul para no poder ver nada. Aparece el cirujano, me sonríe, me dice que vamos a empezar.

Me paso hora y pico entretenida. Primero con mi monitor de constantes vitales. Tensión en 8/4, pulsaciones a 60, saturación al 100% y me entretengo en respirar despacio para ver cómo bajan un poquito y en respirar más rápido para ver cómo suben. Después, con el monitor de la artroscopia, que parece un documental de vida submarina. El menisco es como un campo de algas blancuzcas flotando en un mar de suero y cuando llega la parte del taladro y el martillo no deja de tener su aquél mirar. Llamadme morbosa, pero es divertido sobre todo cuando no hay mucho más que hacer. Por último, estoy escuchando a los auxiliares hablar de una cena que están organizando. Parece que van a quedar todos para irse por ahí de juerga. De vez en cuando aparece alguien que me pregunta que si estoy bien y siempre digo que sí.

Se acaba todo. Sólo puedo preguntar que si ha ido bien y que si me la han grabado en DVD. El cirujano me dice que sí a las dos cosas y que han tenido que abrir más de lo normal, así que voy a tener una cicatriz grande en vez de dos agujeritos. Le contesto que me da igual mientras quede bien por dentro. Al fin y al cabo sólo es una cicatriz. Me mandan a reanimación.

Momento Uma Thurman en Kill Bill hablando con mis dedos gordos de los pies y diciéndoles "muévete", Sé que cuando se pase la anestesia me va a doler pero es desagradable tener todo el cuerpo como un corcho. Por fin, al quinto o sexto intento, aquello responde y empiezo a sentir las piernas.

Me llevan a la habitación. El Dr. Marcos de la Torre ha pasado ya a dar el parte a mi padre y darle el DVD. Fui tan pesada con eso de que me la grabaran que lo primero que dijo fue que sí, que ahí estaba  toda la operación. Lo segundo es que todo había ido bien y que ya me bajaban a planta.

Veo a mi padre, me ponen algo en el suero, le cuento cómo ha ido, creo que hablé con mi madre por teléfono, pero no lo recuerdo. Decididamente, el chute ha sido estupendo.

Duele, pero nada que ver con la otra vez.


Veo mi drenaje saliendo de la rodilla. Me duermo un rato. Me despiertan cada dos horas para preguntar que qué tal. No entiendo esa obsesión por saber si ya he orinado. Si no me han dejado beber nada desde ayer y he sudado como un pollo por los nervios, ¿cómo quieren que haga pis? Por fin me dejan beber agua y comer algo. El cátering no está mal. Un consomé decente y un poco de fiambre. Todo va bien.

Día 1:

Me despierto a las seis. Mi padre ronca en el sofá y no me deja dormir. Me quedo leyendo un rato. La enfermera me pone un analgésico en el goteo. Paracetamol. No me duele casi nada. Me toca pincharme la heparina. Es desagradable, pero prefiero hacerlo yo a que me lo hagan. De todas formas voy a tener que acostumbrarme porque es una vez al día durante un tiempo.

El café y el croissant me saben a gloria por la mañana. Me siento bien, no me duele casi nada y a media mañana aparece mi traumatólogo favorito para ver qué tal. Me estira la pierna, me la dobla a 90º y aunque eso sí que duele no es ni por asomo como la última vez. Estoy contenta, me siento bien y el dolor es muy muy soportable. Se le ve contento. Me da el informe y me cita en 15 días.

Un par de horas más tarde viene la enfermera a curarme la herida y quitarme el drenaje. Recordando la última vez, que fue el dolor más intenso que he sentido jamás, me pongo tensa y le digo por qué. Me contesta que no me preocupe, que sabe que duele pero que respire hondo y que no va a durar mucho.

Miro mi rodilla cuando me quitan las vendas. Está fatal. Magullada, con dos costurones enormes a cada lado. Uno me lo esperaba, el otro, aunque me habían avisado, me da un poco de cosa. Son muchos puntos. Y ahí está el agujerito del drenaje.

La enfermera me dice que respire hondo. Me tapo la cara con la almohada. Cuando le digo que tire ya me responde que hace un rato que me lo ha quitado todo. No me lo creo, ni me he enterado. Y eso que es un tubo de unos diez centímetros metido en la articulación. Sonrío.

Me cura, me venda y me deja unas muletas para poder ir al baño. Me visto, me van a dar el alta en cuanto vean que no me mareo y que me puedo mover. Me quiero ir a casa YA.

Foto: Ya me han dado el alta. Esperando a que me quiten la vía y me dejen irme. Contenta e impaciente :-)

Por fin me liberan y nos vamos. Moverse con muletas es como montar en bici, le coges el truquillo en un momento. No me duele mucho. El contraste con la otra operación es cada vez más grande.

En casa, se me va pasando el efecto de los analgésicos intravenosos y duele. Me tomo un comprimido y parece que se calma, pero no mucho. En el sofá, viendo pelis y haciendo ganchillo, dejo de pensar en la rodilla y se va pasando el dolor. El hielo ayuda mucho. 15 minutos cada hora. Esta vez estoy preparada, en vez de guisantes tengo una enorme bolsa de gel.

Pasa el día y el dolor se va atenuando. Hago los ejercicios que me han recomendado. La rodilla se estira bien (duele) se dobla bien (duele) y puedo levantar la pierna para intentar mantener el tono del cuádriceps (duele). Y aunque duele, no tiene nada que ver con mis recuerdos.

Me voy a la cama, encuentro una postura cómoda y me duermo ocho horas del tirón.

Día 2:

Me despierto en la misma postura en la que me acosté. Exactamente la misma. Me duele todo, pero la pierna está bien. No palpita, no molesta mucho. Me visto y me levanto. Doy gracias a ser flexible para poder ponerme la ropa sin tener que doblar las piernas. Voy a desayunar. Ahora sí que molesta. Me tomo un comprimido. Hielo. Se calma. Sofá. Ganchillo. Más sofá. Ejercicios de estiramientos e isométricos. Molesta pero no tanto. Me siento al PC a escribir la crónica.

Mañana más y seguro que mejor.

domingo, 2 de junio de 2013

La otra

Rmn rodilla izquierda

Hace algo más de un mes, sonó un ominoso "crack" en mi rodilla izquierda. Llevaba tiempo fallando, doliendo y dando algún que otro problemilla, pero esta vez la cosa parecía bastante más seria, sobre todo cuando siguió doliendo al día siguiente por mucho hielo que le pusiera. En urgencias me diagnosticaron una tendinitis y me dijeron que pidiera cita con mi traumatólogo pasados quince días.

Durante esas dos semanas, el dolor siguió ahí y cada vez estaba más convencida de que la lesión olía a rotura de menisco. No podía bajar escaleras, tenía la rodilla bloqueada, no la podía estirar ni doblar del todo y tenía una sensación de tener algo en la "bisagra" que me molestaba.

El traumatólogo confirmó mis miedos y me mandó a hacerme una resonancia para evaluar la lesión meniscal. Empecé a prepararme para lo que me esperaba. Una operación de menisco con un mes o mes y medio de rehabilitación. Pensé que no era tan malo, que no podía ser como la operación de hace tres años.

El pasado miércoles, con el resultado de la resonancia en la mano, mi traumatólogo me dijo que hace muchos años debí de romperme el cruzado anterior de la rodilla y que su ausencia ha terminado por romperme el menisco. Dijo también que no entiende cómo puedo ser capaz de andar sin muletas con la rodilla lesionada hasta ese punto y que tenía que operarme de urgencia para reparar los daños antes de que fueran a más.

Resultado: el lunes 3 de junio me operan de reconstrucción del cruzado anterior y menisco de "la otra"

El cambio de panorama, de mes y medio a seis meses jodida con dolor y en rehabilitación está siendo difícil de tragar. En parte porque ya sé de qué va esto y sé a lo que me enfrento las próximas semanas.

Estoy muerta de miedo. Confío en mi traumatólogo y en mi fisioterapeuta, sé que trabajan bien y son muy buenos en su trabajo, pero este es un proceso largo y pesado en el que hay días que no se avanza nada y días en que lo que querrías es arrancarte la pierna de cuajo. A día de hoy y faltando algo más de doce horas para que me operen, lo que tengo es un inmenso agujero en el estómago y ganas de meterme en la cama y que todo esto sólo haya sido una pesadilla cruel.