sábado, 3 de marzo de 2007

Amistad


Ayer fui a entrenar, como casi todos los días. Cuando terminó la clase, me quedé vagueando un rato por el dojo, no me apetecía volver a casa tan pronto, pero tampoco tenía muchas ganas de salir. Terminé con dos colegas de cañas en el bar de siempre. Al volver a casa, me enzarcé en una discusión sobre política con uno de ellos. No estamos de acuerdo, ni compartimos el mismo punto de vista, pero no importa, la conversación se alargó, como suele pasar en estos casos, en la acera, como si no quisiéramos despedirnos.

Llegué a casa pasada la medianoche y me encontré con un amigo. Hacía por lo menos un año y medio que no hablábamos, pero pasados los primeros minutos en que nos pusimos al día de nuestras vidas, todo volvió a ser como antes. Me encanta hablar con él. Es un hombre divertido, agradable, me hace reír. Nos conocimos por pura casualidad y hay que reconocer que durante todo el tiempo que habíamos pasado sin vernos, le había echado de menos.

Esto no tendría nada especial si no fuera porque no le he visto nunca. Le conocí a través de Internet, una noche, a una hora donde sólo los freaks de la web están despiertos. Bueno, ellos y los que se han quedado en casa un sábado por la noche para no empeorar la resaca del viernes. Desde entonces, cuando nos encontramos por casualidad mantenemos largas charlas intrascendentes.

Estuvimos hablando hasta bien entrada la madrugada. Hubo un momento en que me planteé conocernos en persona, por qué no, pero tengo la sensación de que no resultaría.

Poco después, cuando ya me iba a ir a dormir, con los ojos enrojecidos por las horas delante de la pantalla, me llamó uno de mis más antiguos amigos. Me preguntó si podía venir a casa. Nos pasamos la noche y bien entrada la mañana arreglando el mundo delante de un güisquito con hielos, hablando de todo y de nada, en una de esas noches en las que parece que el tiempo no existe y que te dejan con una sensación agradable, calentita, que sube por las tripas.

Tengo suerte. No se me ocurre nada más que decir. Tengo suerte de conocer a tanta gente tan distinta, de poder compartir puntos de vista con tantas personas, con tantas experiencias de vida diferentes y de poder aprender de todos ellos ya sea en persona o a través de una ventana de Messenger.

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