lunes, 19 de marzo de 2007

Por los pelos

Las señoritas de Aviñón - Pablo Picasso

Ya casi estamos en primavera. El Corte Inglés nos avisó hace unos días y el calendario no miente. Ya se acerca, ya viene, ya está aquí.

Por un lado, parece que apetece que los días se alarguen, que salga el sol, que la temperatura suba… Pero viene también el momento de quitarse la ropa.

Con lo a gusto que estoy yo con mis pelos y mis michelines, leñe. Y ahora vuelta a la dieta y a la tortura de la depilación. Y es que mira que sufrimos las mujeres. Y lo peor es que es voluntario, que en teoría no nos obliga nadie. Pero en la práctica no hay manera de evitar pasar porque nos embadurnen las zonas más sensibles del cuerpo con una pasta pegajosa, que será arrancada a fuerza de tirones llevándose nuestros pelos y nuestra dignidad.

Y es que yo conozco pocas cosas más incómodas que las posiciones que hay que adoptar para depilarse. Ya sea sola en casa o en un centro de belleza (o de tortura), las piernas estiradas, dobladas, abiertas, cerradas, los brazos arriba, abajo… Coge la cera con esa espatulita ridícula de madera, intenta que no gotee por todas partes, extiéndela por la zona a depilar. Y joder, se me había olvidado comprobar la temperatura así que me abraso la axila. Espero a que se enfríe y tiro. Es como asomarse al monolito: “está lleno de estrellas”, pero en tu cuarto de baño y sin la fotografía de Kubrick.

Peor es ir a que una desconocida te diga con voz de sargento “abra las piernas” y te extienda una de esas sustancias pegajosas a base de miel en las ingles. Y de repente, presa de una inspiración súbita, te pregunta “¿normales o brasileñas?”. Humm, no lo había pensado antes, pero ya que estoy aquí, brasileñas suena bien. Craso error. O las brasileñas tienen un aguante que yo no tengo o no tienen pelos que arrancar. Si no, no me lo explico.

¿Y qué decir de esos aparatitos eléctricos infernales que nos venden mujeres guapas y sonrientes? Intenta arrancarte los pelos con uno. Lo último que tienes son ganas de sonreír. Primero el ruido, porque esos cacharros vibran, y mucho. Después, cómo recoges los pelos que van cayendo, porque no los vas a dejar en el suelo. Luego la postura rompeespaldas, que hace falta ser flexible para verse la parte de atrás de los muslos. Y duele. Mucho.

Así que cuando vayas a la playa o a la piscina, piensa en las horas de sufrimiento que hay acumuladas detrás de esos cuerpos lampiños y bronceados al sol. Y luego, disfrútalo, al fin y al cabo, sólo son dos días.

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