jueves, 17 de mayo de 2007

Doble negación


Hace poco hablaba con un amigo japonés que me decía que le resultaba muy difícil entender la doble negación en castellano. No hacer nada, para idiomas más lógicos que el nuestro, es hacer algo. Subir arriba y bajar abajo son obviedades que no tienen mucho sentido. Y “discriminación” y “positiva” son dos términos antagónicos por definición.

El diccionario de la RAE dice que la discriminación positiva es: “f. Protección de carácter extraordinario que se da a un grupo históricamente discriminado, especialmente por razón de sexo, raza, lengua o religión, para lograr su plena integración social.” Pero con acciones como la Ley de Igualdad se obtiene justo el efecto contrario en muchos casos.

Soy una mujer y no quiero llegar a ocupar un puesto en un comité de dirección por lo que tengo o dejo de tener entre las piernas, sino por lo que tengo detrás de las cejas. Quiero llegar muy lejos por ser la más competente, la más capaz, o la que mejor se lo monta en las reuniones, pero no por la letra de género en mi DNI.

Con esta famosa ley siempre quedará la duda de si estoy ahí porque me lo he ganado con mi trabajo o porque “hacía falta una chica, y mira, estabas a mano”. Ley o no ley me tocará trabajar más que a un hombre para demostrar lo que valgo, para demostrar que me lo he ganado, sólo que antes una mujer que llegaba a un puesto directivo era “una fiera” y ahora es sólo “la enchufada de turno”.

Lo único que se ha conseguido es que dudemos de las mujeres, y que dudemos todos (y todas). Que nos preguntemos si esa ministra, esa directora, esa juez, están ahí por ser buenas profesionales o simplemente porque son mujeres.
La Ley de Igualdad discrimina a unos a favor de otras. Es un “ojo por ojo” moderno. Es el resultado de un fracaso en la educación. Puede que a corto plazo más mujeres encuentren trabajo o ascensos, pero a largo la animadversión de sus compañeros y la falta de confianza en las capacidades de las mujeres terminarán volviéndose en su contra.

El día que las madres traten igual a sus hijos que a sus hijas y todos tengan que hacerse la cama en casa, el día que las niñas tengan los mismos derechos a salir tarde que sus hermanos, el día que las madres trabajen todas fuera de casa y las tareas del hogar se repartan de verdad, ese día la discriminación por razones de sexo dejará de ser tan problemática. El día que dejemos de asombrarnos porque sea él el que cuida de la casa y los niños, porque sea él el que aparca su carrera profesional para tener una familia. El día que no importe quién lleva los garbanzos a casa y quién barre el suelo de la cocina…

Para eso todavía falta mucho, estamos en ello, demostrando cada día lo que valemos, no nos hacen falta muletas, ni leyes. Sólo tiempo.
PS: Para Mr P. Más vale tarde que nunca :-)

4 comentarios:

  1. Un documento que rebosa de sentido común!

    Te felicito y estoy completamente de acuerdo contigo.

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  2. Algunas cosas, no por ser más obvias dejan de ser más ciertas. Todo lo está escrito en tú comentario es más que evidente.
    Pero es que casi todo lo que afecta a nuestra querida sociedad (igualdad de sexos, política carcelaria, violencia de género, violencia en el deporte, accidentes de circulación,...) es un problema de educación más que de imposición legal. Pero eso es lo difícil: educar antes que imponer.
    Vivimos en la sociedad de "ahora". Y educar requiere tiempo.

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  3. No soy defensora de la Ley de Igualdad tal y como se ha planteado. Pero tampoco creo que haya que confundir "dar muletas" con "quitar zancadillas". Y respecto a que la igualdad llegará con el tiempo...¿otros cinco mil años?
    Creo que la alarma tendría que saltar en el caso, por ejemplo, de que puestos que pueden cubrirse tanto por hombres como por mujeres y a los que optan hombres y mujeres en proporciones muy similares, son, casi invariablemente, cubiertos por hombres.
    El ejemplo es clásico en la cadena profesora, catedrática, rectora.
    Doy la razón a quienes piensan que es absurdo que sí en una compañía de teatro solo hubiera una mujer, habría que regalarle un puesto relevante aunque sea para interpretar al increíble Hulk.
    Pero la realidad es que tenemos demasiada costumbre de oir expresiones como "mujer de la limpieza" y "hombre de negocios".

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  4. Pues yo voy a ejercer de defensora de la ley. La población española está aproximadamente al 50% (las diferencias se deben a la diferente esperanza de vida), en la escuela e instituto también están al 50%, y en la Universidad (incluso en mi carrera, tradicionalmente masculina, la proporción está próxima al 50/50)
    Y en el MBA, los chicos son más, pero la diferencia no es significativa
    ¿Qué pasa entonces? ¿Por qué si en todos los estamentos anteriores hay paridad, a la hora de la verdad las mujeres nos quedamos atrás?
    No creo, bajo ningún concepto, que obligar a la paridad vaya a significar que la mujer que llegue tenga que plantearse que ha sido por la ley.
    Soy una firme creyente de la igualdad, hay hombres muy listos y mujeres muy listas, como los hay y las hay tontos...
    La ley puede suponer un pequeño empujón para que se refleje la igualdad que de hecho es cierta
    Y si no pensemos en una cosa, a día de hoy, si tuviéramos que elegir a una persona que va a acabar en un consejo de administración de clase (MBA S2 IE) ¿qué es, chico o chica?
    Mi respuesta por lo menos, es femenina...

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