lunes, 10 de junio de 2013

Días 5 y 6






Día 5:

Es sábado.

Empiezo el día con mi ritual de desayuno, heparina, ducha.


La ducha merece todo un capítulo para ella sola. Es complicado acostumbrarse a ducharse cuando no puedes apoyar un pie en el suelo. Tengo suerte porque hay un pie de ducha tamaño bañera y puedo meter dos taburetes dentro, uno para sentarme y otro para apoyar la pata pocha.

Empieza todo con el film de cocina transparente. Cojo el rollo, le doy un par de vueltas a los apósitos e intento cortarlo con la sierra esa que viene de serie con la caja. Si tapar la comida ya es difícil, hacer esto en equilibrio precario es casi imposible. Mejor o peor consigo cortar el plástico y enrollarlo como puedo. Parece que se queda pegado. Si aguanta hasta el final, es un buen invento.

Me voy al baño. Quitarse la ropa tiene su punto, meterse en la bañera también. Me siento en un taburete y apoyo la pata chunga en el otro. Hasta ahí todo bien. Al abrir el grifo, se me olvida esa palanquita que hace que el agua salga por la ducha de mano y me cae una lluvia helada desde arriba en toda la espalda. Lo arreglo y disfruto del agua calentita un rato sabiendo que lo más complicado está por venir.

Levantarse y salir de una ducha húmeda y jabonosa con muletas tiene más de profesión circense que de cualquier otra cosa. Todo escurre, todo resbala y hay que tener un cuidado exquisito para no dar un traspiés.

Me seco, me visto y salgo.

EL día de ayer, tan movidito me ha dejado un dolor brutal e insoportable que intento calmar a base de comprimidos y hielo.

El resto del día pasa sin mucho ajetreo, entre la semifinal del Roland Garros de tenis, un par de pelícuals y mi labor de punto. Sigo con mis ejercicios isométricos, mis estiramientos y doblando hasta que se deja.

Por la tarde vienen unos amigos de la familia a verme, después una de mis amigas me saca a cenar por ahí. Decido saltarme la dieta y me zampo una hamburguesota de ternera de Kobe que me sabe a gloria.

Poco después, cama y a dormir.

Día 6:

Domingo.


Salir ayer fue estupendo pero hoy me duele horrores. Decido portarme bien el resto de la semana porque no sé hasta qué punto merece la pena moverse si luego es para estar hecha polvo toda la mañana.

Me duele tanto que no soy capaz de hablar hasta bien entrado el día.

Hielo, heparina, antiinflamatorios, autocompasión y mucho dolor.

Me pongo a hacer punto en el sofá mientras mi padre hace zapping compulsivamente. Al final nos ponemos una película grabada en screener. Se ve fatal, pero distrae.

Nada digno de mención para un domingo tranquilo. A ver si la semana empieza con buen pie, o con buena pierna...




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