La llegada
No conseguí dormir nada esa noche. Era la misma sensación de cuando era niña y se acercaba el primer día de colegio. Los nervios del viaje, el miedo a lo desconocido, las maletas a medio hacer… tantas sensaciones que, como mariposas, recorrían mi cuerpo y mis tripas dejando a su paso desasosiego y expectativa.
Salí tarde. Cargué las maletas en el coche, y sin mirar atrás, cogí la M-30. De ahí a la Autovía del noroeste, que siempre se ha llamado carretera de Zaragoza, y a ver pasar el paisaje. Un viaje tranquilo, sin tropiezos, sin gente. Una sensación de irrealidad, como si el coche fuera estático y lo que se moviera fuera el mundo bajo las ruedas.
Paradas en áreas de servicio, bocadillos, cafés, bollitos, camareras sonrientes, clientes de paso, comida de plástico en bandejas minúsculas, colores chillones, distribuidores de CDs que nadie escucha, regalos horteras, souvenirs gastronómicos de “todo a cien”
Llegada a Barcelona. Ciudad estándar, con sus edificios grises, sus oficinas, sus calles atestadas de choches, de motos, de pitidos, de enfados. Es viernes por la tarde y reina un ambiente de prisas por llegar a casa, de cansancio de la semana de trabajo, de enfado por el tiempo perdido en los atascos. Una llamada al móvil. Quedo con la inmobiliaria para instalarme. Pregunto cómo ir al piso. Llego tras dar cien vueltas por calles de sentido único, llego a la dirección. Me lo quedo. Firma de papeles en ese estado en que no escuchas lo que estás oyendo, sólo quiero una ducha caliente. Fuera ha empezado a llover y hace frío.
Me quedo sola, por primera vez en mucho tiempo. Llevo mis cosas a casa. Las dejo en medio del salón. Las miro. Mi vida en dos maletas. Una vez más.
La experiencia me hizo hacerlas, y se qué es lo que me hace falta para sentirme en mi casa. No es mucho. Cuatro cosas que hacen que cualquier sitio sea mío. Un juego de sábanas, una funda de sofá, una manta india. Las pequeñas cosas que me ayudan a seguir siendo yo y no diluirme con cada despedida.
Nada más llegar, cena entre amigos, que ayudaron a que el mal trago del cambio pasara con unas copas de vino, un pan con tomate, y un lomo a la sal de chuparse los dedos…. CONTINUARÁ…
Benvingut a Barcelona. Todo sea por una buena causa: así tendré con quién practicar el meu catalá del Alt Ampurda.
ResponderEliminarAdemás, con las tecnologías estamos a un ratín de distancia si necesitas ayuda de verdad. 50 minutos de vuelo o 30 segundos de encendido del LapTop.
Pasatelo bien, aunque se que no te hace falta jaleos en este sentido.
Fins ara, petons
Bueno, pues ya estás allí. Aprovecha el tiempo, que a partir de ahora son todo oportunidades (profesionales y personales). Y además, está todo por descubrir. Así que ya iremos leyendo cómo te van las cosas.
ResponderEliminarPor lo pronto, veo que la primera crónica parece sacada de una novela de Vázquez Montalbán (por la descripción de Barcelona, de la sencillez del equipaje y sobre todo, por el comentario gastronómico). Enhorabuena.
Pues lo dicho, esperamos suerte en tu nueva aventura y que no te olvides de los "mesetarios"
Yo también te envio petons
Pues yo más Petons. Ja, ja, ja.
ResponderEliminarBueno, casi que estoy ya esperando la segunda entrega de las aventuras en Barcelona de la viajera incansable.
Bueno, se que por ahora la estancia en esta tierra, aparte de ese principio de resfriado, te va bien y que la vas conociendo y poco a poca amando jeje, disfrutala.
ResponderEliminarUn gran peto i una abraçada