domingo, 3 de junio de 2007

Second Life

Cediendo a la moda del momento y por cuestiones académicas que no vienen al caso, he vuelto a Second Life. Y aprovechando la coyuntura, vamos a hablar de ello.

Entrar no es tan complicado como pueda parecer desde fuera. Basta con conectarse a Second Life, bajarse el cliente, instalarlo, y darse un nombre, elegir un apellido, y ya está. Las complicaciones vienen después, cuando hay que personalizar el avatar, vestirlo, cambiarle las facciones de la cara, y moverse por ese mundillo.

Seguir los tutoriales es fundamental para aprender a moverse, a volar y a interactuar con los diferentes objetos que nos vamos encontrando. Además de para enriquecer la experiencia con el empleo de gestos y posturas. Es un mundo con muchas posibilidades, y como todo, requiere su tiempo para ser visitado, comprendido y explotado al máximo.

Es increíble la cantidad de gente que se puede encontrar bailando en las discotecas, tomando el sol en la playa, o paseando por allí. Y hay de todo. Desde gatos que hablan, a seres alados, vampiros o diosas del sexo. Uno de los primeros avatares que me dirigió la palabra fue para preguntarme dónde podía prostituirse…

Como me niego a poner un duro en esto, me pierdo la parte de la experiencia que supone tener propiedades en SL, o incluso tener un sexo funcional, que me permita ahondar en las relaciones con otros avatares, pero no lo lamento tampoco. Existen muchos sitios donde poder conseguir ropa, gestos, o accesorios gratuitos, y no soy tan friki como para ir comprando lencería fina a mi avatar para que se vaya de ligoteo por ahí.

Muchas veces SL se limita a ser un chat en 3D, con personajillos tipo Los Sims 2 en entornos virtuales paradisiacos. Chat en varios idiomas, eso sí, que no todo el mundo habla inglés o español, si bien son una amplia mayoría. Pero no hace falta ser muy listo para darse cuenta de la enorme gama de aplicaciones que puede tener esto. Desde reuniones de trabajo, a desahogo de la vida de todos los días, pasando por visitas a bibliotecas, museos o antros porno. Hay de todo.

Por si acaso, me he limitado las visitas a una hora diaria, que esto engancha, conoces gente, bailas, te diviertes, pero nada como un buen achuchón en la First Life para sentirse vivo.

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