domingo, 28 de octubre de 2007

Crónicas de Barnia I



La llegada

No conseguí dormir nada esa noche. Era la misma sensación de cuando era niña y se acercaba el primer día de colegio. Los nervios del viaje, el miedo a lo desconocido, las maletas a medio hacer… tantas sensaciones que, como mariposas, recorrían mi cuerpo y mis tripas dejando a su paso desasosiego y expectativa.

Salí tarde. Cargué las maletas en el coche, y sin mirar atrás, cogí la M-30. De ahí a la Autovía del noroeste, que siempre se ha llamado carretera de Zaragoza, y a ver pasar el paisaje. Un viaje tranquilo, sin tropiezos, sin gente. Una sensación de irrealidad, como si el coche fuera estático y lo que se moviera fuera el mundo bajo las ruedas.

Paradas en áreas de servicio, bocadillos, cafés, bollitos, camareras sonrientes, clientes de paso, comida de plástico en bandejas minúsculas, colores chillones, distribuidores de CDs que nadie escucha, regalos horteras, souvenirs gastronómicos de “todo a cien”

Llegada a Barcelona. Ciudad estándar, con sus edificios grises, sus oficinas, sus calles atestadas de choches, de motos, de pitidos, de enfados. Es viernes por la tarde y reina un ambiente de prisas por llegar a casa, de cansancio de la semana de trabajo, de enfado por el tiempo perdido en los atascos. Una llamada al móvil. Quedo con la inmobiliaria para instalarme. Pregunto cómo ir al piso. Llego tras dar cien vueltas por calles de sentido único, llego a la dirección. Me lo quedo. Firma de papeles en ese estado en que no escuchas lo que estás oyendo, sólo quiero una ducha caliente. Fuera ha empezado a llover y hace frío.

Me quedo sola, por primera vez en mucho tiempo. Llevo mis cosas a casa. Las dejo en medio del salón. Las miro. Mi vida en dos maletas. Una vez más.

La experiencia me hizo hacerlas, y se qué es lo que me hace falta para sentirme en mi casa. No es mucho. Cuatro cosas que hacen que cualquier sitio sea mío. Un juego de sábanas, una funda de sofá, una manta india. Las pequeñas cosas que me ayudan a seguir siendo yo y no diluirme con cada despedida.

Nada más llegar, cena entre amigos, que ayudaron a que el mal trago del cambio pasara con unas copas de vino, un pan con tomate, y un lomo a la sal de chuparse los dedos…. CONTINUARÁ…

jueves, 18 de octubre de 2007

La respuesta

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Tras recibir este documento en mi correo, no he podido resistir la tentación de colgarlo. Es la respuesta de Pepe a otra carta, publicada el 4 de septiembre de este año, donde se le anunciaba, de forma escueta, brutal, sin explicaciones, su cese como director nacional de arbitraje.


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Antes de que empiece el debate sobre quién tiene razón y nos lancemos de lleno en esas animadas discusiones que tanto gustan en el foro de la madrileña quiero dar mi opinión (e insisto que es la mía) sobre la conveniencia de la publicación de la carta.

Mi posición está clara, pues la carta está ahí arriba, disponible para quien quiera leerla, y los comentarios están abiertos para quien quiera discutirla.

Hay una máxima que dice que los trapos sucios se lavan en casa. Y no puedo estar más de acuerdo cuando se trata de temas domésticos, sentimentales, o personales. Este no es el caso de la FEK donde, a base de aplicar políticas de opacidad de procedimientos, cada uno tiene una versión deformada de los hechos, fomentada y creada por rumores, suposiciones y versiones sesgadas de las políticas federativas. Los “me han contado que”, “he oído que”, “mira lo que me han dicho que pasó”… no tienen lugar en un organismo público, que financiamos entre todos, ya sea a través de impuestos o con nuestras licencias.

Todos tenemos derecho a saber, de primera mano lo que se dice, lo que se piensa, y debemos tener acceso a los programas de los candidatos para la próxima legislatura.

Los hay que verán en esta carta una declaración de guerra en toda regla, pero la guerra empezó antes, el día que Pepe anunció su candidatura con un año de antelación, y Faustino decidió cesarle sin más explicaciones.

El debate está abierto, e invito a todos a participar y a aportar sus puntos de vista, siempre desde el respeto.

Invito también a los candidatos a que presenten sus programas y sus ideas para hacer que nuestro deporte y nuestra federación tengan por fin el papel que se merecen en el deporte español.

domingo, 14 de octubre de 2007

La Beauté



Il y en a qui ne voient la beauté que dans une sculpture, un tableau, une mélodie, une expression d’art institutionnalisé. Il y en a qui ne voient la beauté que dans un corps jeune et parfait, une sourire digne des annonces de dentifrice, des fesses libres de cellulite.

Malheureusement, la société dans laquelle nous vivons rend un culte absolu à des standards esthétiques totalement irréels pour la plupart des gens, générant un sentiment de frustration qui enveloppe tout.

Nous avons une chance incroyable. Nous vivons dans un monde d’abondance, où tout se trouve à un clic de distance. Et en même temps, nous dépensons des sommes folles dans des produits miracle qui promettent la jeunesse éternelle.

Après une bande annonce de n’importe quel produit à la télé, que ce soient des lessives, des biscuits ou des voitures, se regarder face à face dans un miroir nous fait sentir que nous ne sommes pas parfaits. Nous vivons dans un monde qui prime le paraître sur l’être, le superficiel sur le profond, le sentir sur le penser.

Dans un tel environnement, c’est dur de se mettre à nu. Je ne parle pas que de dénuder l’âme et laisser un autre être humain accéder aux parties les plus profondes de nos pensées, ça c’est dur dans n’importe quel contexte. Je parle surtout de l’acte d’enlever les couches protectrices de tissu qui enveloppent nos corps et permettre à d’autre de voir les imperfections de notre peau, les rides, les fesses un peu molles, les plis de notre ventre, les taches rouges, les boutons du dos.

Je reviens d’un weekend à la plage, et de voir comment plein de monde, de tous âges et conditions physiques, profitent des derniers jours de soleil et baignade, et je m’émerveille autant devant l’enfant qui court que du retraité qui ose entrer dans l’eau.

Le corps humain est beau, toujours, qu’il soit haut ou bas, gros ou mince, bronzé ou pâle…

Je revendique la beauté naturelle, avec cet éclat intérieur que nous avons tous, l’absence de complexes, l’orgueil des courbes et des droites. Parce que chaque cicatrice est un souvenir, chaque kilo en trop est fait de bons dîners et de plaisirs culinaires, chaque ride est un sourire, chaque tache de rousseur un rayon de soleil…